La comunidad parroquial no es sólo “casa y escuela de comunión” (NMI 48), sino que se convierte en un lugar privilegiado para que los dones y carismas espirituales se desarrollen eficazmente, es así como van surgiendo movimientos que constituyen un valioso aporte en la realización de la Iglesia particular.
Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos eclesiales es necesario respetar su originalidad, procurando que se integren más plenamente a la estructura originaria que se da en la diócesis. A la vez, es fundamental que la comunidad diocesana acoja la riqueza espiritual y apostólica de los movimientos, sabiendo que, los éstos deben mantener su especificidad, pero dentro de una profunda unidad con la Iglesia particular, no sólo de fe sino de acción (Aparecida 311 - 313).
En la Iglesia particular acontece la totalidad de la riqueza, dones y carismas de la Iglesia universal, tanto así, que en cada uno de los movimientos apostólicos de la comunidad parroquial se hace presente la gracia del Espíritu Santo, que anima la misión, nos vincula en la comunión eclesial y fortalece los lazos de la participación en la tarea evangelizadora. Con todo esto, se acrecienta la responsabilidad en nosotros, como discípulos y misioneros, de re-descubrir de la fe en el ambiente parroquial, donde quiera que cada uno, según el carisma dado por la acción del Santo Espíritu, desempeñe su labor evangelizadora.
Es en esta porción del pueblo de Dios, llamada Diócesis de Ocaña, donde ofrecemos al Todopoderoso lo poco que tenemos: nuestra debilidades y limitaciones; pero también nuestra voluntad de trabajar como obreros perseverantes con el deseo profundo de mantenernos firmes en la tarea que el mismo Salvador nos encomendó: “Id por todo el mundo y hacer discípulos míos.” (Mt. 28,19).
Estos días de visita pastoral son en verdad un tiempo de gracia y de bendición para las diversas estructuras de la comunidad parroquial, para sus fieles y sus ministros; es nuestro deber, por tanto, acompañar con la oración y mantener el espíritu humano abierto a la gracia que el Espíritu divino quiera suscitar.



